miércoles, 3 de febrero de 2010

Maribel Negrini

Zambita como ella sola, dulce, cálida, mi negra y tierna amiga, consejera, hermana y madre a la vez...

Maribel Negrini, de 41 años de edad, apareció por la puerta de Jirón Villares, departamento 6 como Pedro por su casa y aterrizó de lleno en mi vida...

No conocí la historia de la señora Negrini hasta pasado un buen tiempo, pero enseguida le cogí cariño y tanto ella como la pequeña Leslie, se convirtieron en mis fieles confesoras y consejeras durante tres meses de estancia en el granero piurano del Perú, hace más de un año...


Su tono de voz era tan rico que en estos instantes no sé como describirlo, simplemente era rico, rico como si mis papilas gustativas lo probasen... era una mezcla e niña chiquita enojada.... y sus manos.... ásperas y grandes, como ella, mujer grande en cualquier sentido, acá y allá, en su mototaxi con su lona roja rota y en su casa, en Jirón Villares 6 y vendiendo tamales en la calle...
A veces me sorprendía la cantidad de esfuerzos que hacía para conseguir la plata en el día a día, para pagar la carne picada en la tienda de la esquina o un triste cartón de leche...

Compraba tres o cuatro cigarrillos, a un solecito, y los dejaba a deber, porque la Negrini fumaba como un carretero y además le gustaban las chelas bien heladas...

Casi todos los días tenía que mandar a huevear a alguno de los cojudos que se metían con ella por manejar mototaxi, un oficio típicamente varonil.... Pero Cojudos!!!! y les mandaba al carajo riéndose como si todo lo bueno no hubiera hecho más que empezar...

La primera impresión que hubiera tenido de ella hubiera sido que le gustaban las mujeres, pero me equivoqué, Maribel amaba tanto a su marido Martín... del que no hablaba nunca y cuando lo hacía lo mencionaba en un contexto pasado y sustancial...

Nunca le pregunté cara a cara, eso no importa... Pero la pequeña Leslie se entristecía si le sacaba el tema, me dolía hacerlo, así que renegué saber el resto...
Pensé en lo valientes que eran las dos sacando todo adelante. Porque ni la casa, ni la moto, ni Martincito ni Leslie eran la única ocupación de esta gran mujer... Maribel tenía a su cargo a tres varones más, dos de sus hermanos, uno enfermo de esquizofrenia y por último su sobrino...

No sé de donde sacaba las fuerzas, me pregunto si el ají de gallina, los tamales y el arroz eran suficientes para lograr tal derroche de energía y entusiasmo por la vida a pesar de todo...

La historia de Maribel Negrini debe ser la de miles de mujeres peruanas que luchan por salir adelante en diferentes y nefastas circunstancias y es la historia de todas las mujeres que llevan el cinturón, porque en este país como en muchos otros, y a pesar de que no se reconozca como tal, las trabajadoras y luchadoras son ellas....

Mi visión de la vida, ha cambiado mucho desde mi llegada a este país, aun así, no sé si por la sociedad en la que nací, para bien y para mal, mi percepción se acerca más al pesimismo...

Dicen que los pesimistas son los que transforman el mundo porque son los únicos conscientes de de la realidad de la vida y sus problemas... No sé hasta que punto esto puede ser cierto, pero si hubiera más optimismo habría un motor más fuerte para cambiar las cosas...


El caso es que viendo como es la gente acá, como sonreía Maribel y como era capaz de compartir todo conmigo a pesar de que ese todo a veces no fuera nada, uno se pone a pensar y lo mejor de todo, a sonreir... que a veces no es tan fácil...


Cuando escribí este texto estaba en Madrid, en una oficina cerrada que daba a un patio interior, trabajando de teleoperadora, pero podría haber seguido perfectamente en Jirón Villares, levantándome de la cama con ritmo de cumbia... Maribel está limpiando la casa, le ayudo, vamos a comprar al mercado... Me pita con la mototaxi por llegar tarde de la radio... Le doy un beso y me despido hasta mañana...