jueves, 28 de octubre de 2010

El chico de la calle


Todavía se respira el viento a tu desnudar...

El pacífico era agitado y aquella noche se le escaparon unos cuantos besos y abrazos rebozados en arena... Le había visto usurpando alrededor de unas gringas cualquiera en un chiringuito típico playero, en frente del bar rojo, de Máncora, creo recordar... No sé como fui a parar, Lara y el resto se fueron a una discoteca, el grupo con el que yo venia se fue a la camioneta a dormir embriagados de alcohol y frío, y yo... yo me dejé engatusar por las palabras de un venezolano con tal de que me diera unas caladas, y como en medio de una conquista entre machitos latinos apareció él y me ganó...

Podría ser una historia de sexo de cualquier fiesta playera, creí que se quedaría en eso, y no fue así... Jamás entendí que pasó, que me incitó a volver a buscarle, pero desde el momento en que lo hice nada en mi interior volvió a ser igual...

El chico de la calle andaba sin zapatos por todo el pueblo, descamisado, y su piel deslumbraba un tono chocolate de tintes dorados que cegaba hasta a los propios rayos de sol... hablador y presumido, coqueto y picarón, siempre supuse que no dejaría escapar a ninguna de las que se arrodillaran ante sus pies...

Sus manos eran duras, macizas y llenas de grietas y pellejos que me hacían adivinar el duro trabajo que llevaba entre las manos, su humildad, contrariada por veces con su egocentrismo se me clavaron en el fondo de mi alma...

Nadie dijo que fuera fácil... Su historia no es la de una persona cualquiera, eso me lo quedo para mis adentros, tal vez en otras líneas, talvez mañana, cuando ya no recuerde entre suspiros y sollozos asfixiantes aquella historia de amor, verano y playa que duró más de un verano... Mientras pienso en cómo escribirla siento retortijones, retortijones alejados del Pacífico que llegan a causar diarreas incluso dos años después...

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