La vida en Piuhua pasó a ser la de Wankayuq...
Tuve la sensación de haber estado aquí antes... El olor a chancho asado en las calles, las mujeres comprando el queso fresco, los jugos de chicha morada... el ruido de las combis se mezcla con el olor a piña y banana, y a su vez con los gritos del señor que vende la palta...
Hay tanto polvo como hace un año, aunque esta vez no procede del desierto peruano, el agua huele a tierra y la tierra a agua, es raro... la guía típica para gringos la compara como el lejano oeste peruano... nada que ver... Huancayo se presenta como un caos incierto repleto de plazas repletas de mujeres serranas con sus trenzas largas hasta la cintura y sus polleras de colores...
Los varones miran atónitos las portadas de los periódicos en los Kioskos y el olor a ceviche se cambió por el de la papa a la huancaína...
Hay cosas, olores, sabores, ruidos... que no se pueden explicar por mucho que uno intente describirlo y eso... ese entresijo de detalles es lo que se lleva uno cuando un lugar le ha marcado.... es raro, incierto, asombroso, pero mágico... es caótico y amoroso, frío pero cálido al mismo tiempo...
Huancayo se abre ante mis ojos como un espejo en el que a pesar de la oscuridad del polvo se ve reflejado un sol que por minutos quema y un misterio que engancha hasta la saciedad...
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