miércoles, 24 de junio de 2009

Pasta Base


Como una princesa rescata a un príncipe en sus noches de delirio y soledad, me ví casi obligada a salvarte y llevarte conmigo. Tú seguías con esa barba de varios meses, tal y como te había dejado, un pelo desenfadado, tanto que se confundían los cabellos más rizados con los más lisos, y los más lisos con los más ondulados, y así sucesivamente hasta mezclarse unos con otros formando pequeños nudos… Sobre tu cabeza, un tam, esa boina propia de la cultura rasta que, dicen, emite buenas vibraciones…Después vino tu cuerpo, tostado como si del más puro y salvaje café se tratase, y a la par, tu piel, que desprendía un olor tan fuerte y oxigenado que por instantes me parecía acariciar granos de café en cualquier rincón de Moyabamba… Podía sentirlo en cualquier parte, cómo decirte, podía sentir un orgasmo que lograba asemejarse a una mezcla casi inconfesable de tierra, fuego, chocolate y oxígeno…

Así, con todo, no pude evitar clavarme en tus ojos… Extenuantes, susurrantes, perversos, pero a la vez tímidos, cálidos, suaves, perdidos de lleno en mi mirada que trataba de hipnotizarte mientras, sigilosamente, comenzaba a introducirse el apestoso hedor de la pasta base por entre las paredes de bambú.


A partir de ahí, fue fácil, un estupor de felicidad se apoderó de nosotros, cayendo rendidos el uno junto al otro, como si una furia incontrolable de deseo nos hubiera enloquecido, yo pegada a tu torso deslumbrante, tú cosido a mis nalgas como con hilo de hilvanar… y yo en ti, y tú en mí, y así los dos retorcidos de placer, en un juego que sólo Dios se hubiera negado a probar, en un pozo donde no había más sitio que para el jadeo y el contoneo de nuestros cuerpos rimbombantes…

Tu sexo con mi sexo, mi sexo con tu boca, tu sexo con mis ojos, mi cuerpo con el tuyo, pudimos bombardear todo el Pacífico con tal cantidad de goce que nos rendimos estupefactos de cansancio… Y así, derrotados como si hubiéramos luchado contra todo un reino, dormimos, contando corderos el uno con el otro, atrapando cada sueño y cada movimiento, para no escapar jamás el uno del otro… entre sueño y sueño noté la dureza de tus pies, la sequedad de tu piel y entonces preferí untarte con el aceite de mi delirio, de mi absoluto y violento amor que sólo te quería a ti…

Los corderos se mezclaban con la realidad, con el sueño, el sexo con los abrazos, con el amor, con los gemidos… Aturdidos, entremezclados, volvimos a ser uno, por entonces nuestros cuerpos se habían atragantado, inconscientemente, del olor a pasta base.

2 comentarios:

Nilson dijo...

Me encanta tu blog Jurifur, hay que ver que bien que escribes...

trivalista dijo...

...y yo en ti, y tú en mí, y así los dos retorcidos de placer, en un juego que sólo Dios se hubiera negado a probar, en un pozo donde no había más sitio que para el jadeo y el contoneo de nuestros cuerpos rimbombantes…

Siempre que descubro un rincón, suele ser oscuro pero en ocasiones suele ser necesario ya que ayuda a quedarnos ciegos. Siempre disfruto de lo que escribes. Eres genial.